Planes de acción para el clima y la energía sostenible
Análisis del llamado PACES, documento de definición de objetivos estratégicos de la administración local europea

LUÍS TEIRA | SOCIO DIRECTOR


Si vis pacis, para bellum.
(Si quieres la paz, prepárate para la guerra.)

Nada como una cita altisonante para arrancar un texto, y en este caso tirando la afirmación atribuida a Julio César con un poco de metáfora y un mucho de retranca. Porque, como ya hemos indicado en anteriores publicaciones, la transición energética no será un camino de rosas, sino un esfuerzo colectivo con mucho que ganar y perder a título individual y colectivo en los próximos años.

Así, en lugar de gastar el tiempo en filosofar sobre verborreicas cumbres internacionales y declaraciones de intenciones políticas, analizaremos un instrumento que inunda Europa con un sinfín de aplicaciones prácticas para el corto y medio plazo: los PACES, o Planes de Acción para el Clima y la Energía Sostenible.
PACES: qué y para qué
Se trata de un documento requerido para los ayuntamientos firmantes del Pacto de las Alcaldías para el Clima y la Energía, iniciativa lanzada por la Comisión Europea en 2008 que cuenta ya con más de 10.000 entidades locales adheridas. En Galicia, por ejemplo, 275 de nuestros 313 concellos han firmado el pacto. El mismo consta de un contenido mínimo con el objetivo de establecer estrategias y políticas concretas destinadas a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, así como adaptar su territorio a la normativa medioambiental y energética comunitaria. El objetivo de reducción de emisiones es del 40% en 2030, sin determinar cuál es el año base para dicha reducción, cuestión que no es menor y desarrollaremos al final del artículo.

Se trata, por tanto, de un documento de gran importancia para la consecución de los altisonantes objetivos nacionales y europeos de reducción de emisiones, porque en lugar de entrar en el terreno de lo ideológico y la ensoñación de mundos posibles, se centra en la movilización de recursos para llevar a cabo acciones concretas con un plazo muy relevante para todos los ciudadanos: desde ya hasta 2030.
«Los objetivos de descarbonización de la economía obligan a una importante inversión de fondos públicos y privados»
Centrándonos en el caso gallego, por naturales motivos, son ya muchos los concellos que han definido y publicado sus planes de acción, pero son también numerosos los que están todavía trabajando en el mismo. Para los primeros, el esfuerzo se concentra ahora en el desarrollo de los compromisos adquiridos, mediante inversiones en proyectos de movilidad sostenible, generación renovable o eficiencia energética. Entre los segundos, hay dos categorías:
· Concellos buscando la decisión del órgano de representación pertinente de unirse al proceso de elaboración de PACES y movilizar los respectivos recursos para su elaboración, y

· Concellos que ya han tomado la decisión, y disponen de dos años para elaborar y publicar el PACES más adecuado a la realidad de su localidad.

Una vez el PACES ha sido elaborado y comunicado al Pacto de las Alcaldías, empieza la aplicación de los compromisos locales, como se ha indicado arriba, con la obligación añadida de presentar un informe de situación cada dos años en el que se actualizará el estado de desarrollo de las acciones propuestas, revisando y corrigiendo lo que sea necesario para alcanzar los objetivos fijados en el PACES inicial.
¿Reducción del 40% en 2030?
Como indicábamos arriba, hay un problema de salida con el compromiso de reducir el 40% de emisiones en 2030. ¿Reducir en base a qué? Y ahí empiezan las trampas al solitario, con PACES ya presentados que utilizan como base el año 2010, otros el 2015… Una cuestión menor, dirán algunos, pues lo importante es tomar medidas en la dirección de la reducción de gases de efecto invernadero emitidos. Pero, en realidad, un asunto importante, puesto que el único modo de poder llevar un seguimiento riguroso a nivel autonómico y nacional es disponer de datos análogos. Y si cada ayuntamiento decide dónde sitúa la línea de salida, el esfuerzo que requiere llegar a la meta variará entre una localidad y otra. Y con dicho esfuerzo, no estamos empleando una metáfora cualquiera, puesto que la consecución de los objetivos de descarbonización de la economía obligan a una importante inversión con fondos provenientes de las arcas públicas (que vienen en primera instancia del bolsillo del ciudadano) y del ahorro de los particulares y empresas (que son el bolsillo del ciudadano).

El segundo motivo por el que es relevante el esfuerzo reciente y actual de muchos ayuntamientos por elaborar una detallada estrategia para reducir sus emisiones en un 40%… es que dicho objetivo ya está obsoleto. El pasado mes de julio, la Unión Europea publicó el enésimo cambio de reglas a mitad de partido, y ahora la aspiración es reducir en un 55% las emisiones de aquí a 2030… en comparación con los niveles de 1990. Esto presenta un problema para aquellos ayuntamientos que han elaborado ya su PACES, puesto que el análisis y decisiones del mismo se dimensionaron para cumplir con el 40% de reducción desde una fecha a elección de la localidad firmante. Próximamente, tendrán que revisar los documentos (duplicando con ello el trabajo y el coste de planificación) para adaptarse a la nueva realidad. Y lo mismo para aquellos que estén elaborando su PACES, o a punto de hacerlo. Habrá que apretar todavía más las tuercas de administración y ciudadanos, para cumplir próximamente con el requisito del 55% de reducción.

Digo y reitero el “próximamente”, porque más de cuatro meses después de la declaración de la Comisión Europea del Objetivo 55 todavía no se ha ha actualizado la web del Pacto de las Alcaldías. No obstante, algunos alcaldes avispados se han puesto manos a la obra sin que se lo pidan, siete en toda España, asumiendo los nuevos objetivos del 55% de reducción de emisiones en 2030 y la neutralidad climática en 2050. Más papistas que el Papa, y bien que hacen.
hoja de ruta estrategia de cambio climático País Vasco 2050
El porqué del 55%
Por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, que son aproximadamente las que llevamos de travesía, ruego al lector que preste atención a la figura superior. Se trata de un gráfico extraído de la Estrategia de cambio climático 2050 del País Vasco elaborada en 2015, en el cual se pueden apreciar perfectamente dos problemas.

i. Siguiendo las medidas empleadas hasta ahora, las emisiones se reducirían en 2050 en apenas en un 40% respecto al punto álgido de las mismas, 2005, muy lejos del 80% entonces exigido por las instituciones estatales y comunitarias.

ii. Ambos puntos de referencia, el temporal y el objetivo, están obsoletas apenas seis años después de lo que cabe imaginar habrá sido un trabajo exigente en cuanto a recursos humanos y económicos. Son 112 páginas de gran claridad y rigor, cuyo valor es mínimo porque ahora el objetivo es reducir un 55% de las emisiones existentes en 1990 en 2030, y el 100% en 2050. Como podemos ver, aún con las “políticas adicionales” la reducción en el caso vasco es de apenas el 20% entre 1990 y 2030, y del 60% de 1990 a 2050.
«En los veinticinco años entre 1990 y 2015 apenas ha habido un descenso del 5% de las emisiones en nuestro país»
Esto es, en mi opinión, una falta de respeto, porque los principales beneficiados de este cambio de reglas no van a ser la salud de los ciudadanos y la calidad del aire, como se esgrime desde la Unión Europea, sino la industria asociada a la consultoría, elaboración de planes y definición de estrategias. Que es una cosa muy buena, sobre todo para esos proveedores de servicios, pero que no da una respuesta al gran problema de fondo por el cual Europa no para de inflar los objetivos: porque vamos a un ritmo insuficiente para cumplir con los anteriormente marcados. Así, piensa el legislador comunitario, si cuando pones a alguien un objetivo sólo alcanza la mitad del mismo… ponle una meta más exigente para que, lográndola a medias, el resultado sea más digno.

Esta actuación, como tantas otras de la política bruselense, exuda una actitud entre la falta de respeto al ciudadano y la consideración del mismo como un infante al que se puede dictar lo que plazca.

Una respuesta adulta a la falta de cumplimiento sería, por ejemplo, en endurecimiento del régimen punitivo para aquellas regiones que no cumplen sus objetivos y una recompensa de las que están en línea con las metas europeas de reducción de emisiones.
Galicia: realismo mágico
gráfica evolución del índice de emisiones 1990-2050
Y vamos cerrando, por hoy, con una llamada de atención en clave gallega. Como pueden ver, la Estratexia galega de cambio climático e enerxía 2050, aprobada en octubre de 2019 y que según su web oficial sigue “pendiente de maquetación”, nos muestra una situación muy similar a la vasca. En los veinticinco años que van de 1990, que aquí sí se emplea como año base, a 2015 apenas ha habido un descenso del 5% de las emisiones en nuestro país… Pero por arte de magia, vamos a descender otros setenta y cinco puntos porcentuales desde 2015 hasta 2050. Vamos a abstenernos de realizar valoraciones, pero evidentemente:

i. Si algo baja 5 en 25 años, cuesta creer que vaya a bajar 75 en 35 años.

ii.Incluso ese fantástico aumento del ritmo de descarbonización de la economía gallega se quedaría corto ante los nuevos objetivos de la Unión Europea.

Así pues, queda por delante una extraordinaria tarea para conseguir que nuestros territorios sean neutros en emisiones netas en 2050, y esto sólo se conseguirá con una ordenada y decidida movilización de inversiones públicas y privadas empezando ya, y continuando sin descanso a lo largo de las próximas décadas. Y, para impulsar y coordinar dicha actuación “ordenada y decidida”, pocas instituciones mejor situadas que la administración más cercana al día a día de la vida económica y administrativa: los concellos.

Si vis PACES, para bellum.
Nos toca, a todos, prepararnos para la contienda.

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